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Amando de Miguel

Errores y precisiones

Me señala también Tamarón que, en mi libro sobre Los españoles y la religión no aparece el dato de que durante la guerra civil los republicanos intentaron suprimir la voz "adiós".

Alberto Iglesias se refiere al gentilicio "madrileño". Se pregunta: "¿No sería más lógico que fuera madrideño?". Lógico, sí; pero las cuestiones del lenguaje se rigen también por extraños caprichos. Por ejemplo, Madrid tiene un curioso plural popular, que es "los Madriles". Nadie diría nunca los Madrides. Por lo mismo, en Madrid el diminutivo de "café" no es cafeíto o cafito, sino "cafetito" y sobre todo "cafelito". El gentilicio de Valladolid no es el impronunciable valladolidano sino "vallisoletano". Hay también una sutil lógica de la eufonía.

Parece que la frase "quedarse zapatero" es mucho más general de lo que algunos podíamos suponer. Luisa Amenabar me informa que en Chile esa locución se emplea para indicar "cuando en un juego deportivo uno de los equipos no logra marcar un tanto. Se utiliza genéricamente en cualquier situación en que uno no consigue nada".

Francisco Lavado Bautista propone que "frase sesquipedálica" (= muy larga) se quede en "sesquipedal". Es verdad, el adjetivo correcto es sesquipedal, pero, precisamente porque se trata de criticar la longitud de la frase, lo de "sesquipedálica" lo hace todavía más irónico y expresivo.

Juanfran Molina plantea tres dudas: (1) ¿Qué es mejor versionar o "versionear". Sin duda, versionar. Bien es verdad que de "sermón" se deriva "sermonear". (2) ¿Por qué la tendencia a sustituir culpar por culpabilizar? No es más que una aplicación de la preferencia por las palabras largas. Es la misma que sustituye "legal" por "legalizado" (3) ¿De dónde procede el sufijo –alia, como en "Aceralia"? No lo sé. Se me ocurre que suena como si fuera un latinajo, y eso da sonoridad y prestigio.

Juan Ponce rechaza el término desertificación. "Sencillamente no sé de dónde sale el fi". Muy fácil. Recuerde: petrolífero o panificación. Esa F viene de facere (= hacer). Así pues, desertificación sería la acción, natural o humana, que transforma en improductivo un terreno antes fértil. Don Juan prefiere desertización; yo, también. Pero las dos versiones están en el DRAE y se utilizan profusamente.

Santiago Tamarón ─un enamorado de la lengua española─ se pregunta si está comprobado que lo del talante se puede rastrear en la línea que pasa por José Antonio Primo de Rivera y por José Luis Aranguren. Desde luego, es evidente el cariño que tomó a esa palabra José Luis Aranguren. Tiene dos libros, Talante, juventud y moral (Ediciones Paulinas, 1975) y El buen talante (Tecnos, 1985) claramente orientados hacia ese objeto. Todo procede de un temprano artículo de Aranguren, "La teoría del talante", muy influido por Eugenio d’Ors. El concepto es más dorsiano que joseantoniano. Primo de Rivera emplea más el concepto paralelo de "estilo". Viene a ser lo mismo, el culto a la forma, a una suerte de disposición moral. Ignoro cómo esa corriente de pensamiento ha llegado hasta el presidente Zapatero.

Me señala también Tamarón que, en mi libro sobre Los españoles y la religión no aparece el dato de que durante la guerra civil los republicanos intentaron suprimir la voz "adiós". El asunto me interesa. Cierto es que, en el bando republicano, se impuso la voz de despedida "salud" para sustituir al "adiós". Pero, al perder la guerra, los nacionales volvieron a imponer el tradicional "adiós". Como en tantas otras cosas, dos generaciones después se vuelve a registrar la decadencia del "adiós". La gente joven se inclina más por el "chao" o el "hasta luego".

Añado, de paso, que está a punto de salir el estupendo ensayo de Tamarón El guirigay nacional sobre el uso cotidiano del español.

Ismael Barba contesta al "error de enormes proporciones" que le recriminaba Carlo Cuomo al sostener que la ciudad de Puzzoli no era tal sino Pozzuoli. Don Ismael aclara que no hay tal error. "Pozzuoli es el nombre moderno de la ciudad que antes se llamaba Puzzoli". Aclarado.

Por si fuera poco, Rodolfo Morales aclara que Pozzuoli es la cuna de la bellísima Sofía Villani Scicolano, en el siglo Sofía Loren.

David Forniès acusa un error que se ha deslizado en un escrito mío: "No es Joseph Bargalló, es Josep. Imagino que más bien le habrá trabucado el corrector automático del procesador de textos". Puede ser, pero cabe también que opere aquí el error del subconsciente que consiste en equivocar el nombre de la persona que uno desprecia. Pasa muchas veces. Camilo José Cela me decía que él practicaba deliberadamente ese error cuando quería confundir al oponente. Confieso que yo también he utilizado alguna vez ese truco retórico.

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